Existen muy pocos elementos “universales” entre las culturas, pero sin importar dónde se encuentren las personas (o qué tan urbano o rural sea el entorno, ni que tipo de clima, viviendas o formas de vida posean) ¡siempre tendrán idiomas y siempre tendrán música!
Dado que todas las culturas tienen tanto idiomas como música, podría ser que llevamos incorporados estos sistemas en nuestro ADN: ¡estamos diseñados para ser musicales, así como estamos diseñados para los idiomas!
Los idiomas y la música están incorporados en nuestros cerebros
Existen algunos datos sorprendentes sobre la música que sugieren que nuestros cerebros realmente están programados para entender (¡y disfrutar!) de la música. No me refiero a tener facilidad para tocar un instrumento en particular o una preferencia por un género específico: me refiero a que tenemos incorporada la intuición sobre la música y cómo funciona… ¡al igual que tenemos instintos para los idiomas!
Cuando se trata de los idiomas, los bebés simplemente lo descubren por su cuenta: juegan, interactúan, balbucean y lo repiten hasta que se vuelven niños y niñas de preescolar muy habladores y llenos de opiniones. Sin embargo, nadie les enseña: los adultos no mueven sus pequeños labios en la forma correcta ni les hacen practicar deliberadamente los movimientos complejos de las cuerdas vocales.
¡Resulta que la musicalidad funciona de la misma manera! Puedes ingresar en una habitación llena de personas, tocar una canción que nunca han escuchado y serán capaces de aplaudir siguiendo el ritmo. También serán capaces de duplicar el ritmo, acelerar si la música se vuelve más rápida y de disminuir de velocidad si la música va más despacio, todo sin que se les haya enseñado previamente.
Esto no significa que nacimos sabiendo cómo tocar el piano, de la misma forma que no nacimos sabiendo español. Aun así, nuestros cerebros están preparados para aprender e interactuar con la música de un modo similar a como aprendemos idiomas implícitamente.
La música puede haber sido la base para la creación de los sonidos de los idiomas
El hecho de que tengamos esta musicalidad incorporada sugiere que debe habernos dado una ventaja evolutiva en algún momento, pero, ¿cuál sería la ventaja de tener esa musicalidad?
La música puede haber sido una ventaja para los protohumanos que buscaban pareja (con las habilidades vocales contribuyendo al atractivo de los potenciales candidatos). Esto explicaría por qué podemos controlar nuestras voces y darle varios matices, como al pronunciar la ínfima diferencia entre una “z” y una “d” o al elevar la voz para hacer preguntas. Nuestros parientes cercanos primates no pueden producir este tipo de diferencias, a pesar de que hay personas esforzándose (muchísimo) por enseñarles. También hay otras especies que tienen un control vocal complejo similar a nosotros, como las aves, los delfines y las ballenas, por lo que la comunicación en forma de canto podría haber sido una ventaja para cualquier especie.
No obstante, la música puede haber tenido también otro propósito: es posible que haya sido el predecesor de los idiomas. Esta hipótesis se remonta al menos hasta Darwin, quien la llamó Hipótesis del protolenguaje musical. Básicamente, nuestra habilidad para controlar nuestras voces de forma compleja permitió que no solamente creáramos música, sino que enviemos mensajes muy particulares (como una versión temprana de las palabras). Si bien no lo sabemos con certeza, parece que en cuanto nosotros (y nuestros cerebros) unimos patrones vocales con significados, construimos las bases donde se desarrollarían idiomas enteros.
¡Los idiomas son música para nuestros oídos!
La música y los idiomas son herramientas poderosas que nos permiten conectarnos entre nosotros y compartir nuestras ideas y emociones sobre el mundo que nos rodea.